domingo, 17 de octubre de 2010

The barb ranch


Hay días de pesca que para mi son muy especiales. Son los que comparto con mi mentor en esto de la pesca a mosca y del conservacionismo, él es Miguel Casaseca. Si encima es en un río o embalse de nuestra tierra más aún.


Miguel te recuerda a un modelo de cualquier catálogo yankee de pesca a mosca: su equipo, su visión de la pesca, sus moscas pedidas a sitios tan lejanos como USA o Nueva Zelanda y como no, esas comidas a píe de río, con mantel y copas de cristal para el vino, las cuáles se pueden prolongar por dos horas o más, discutiendo sobre pesca y conservación, recordando viejos tiempos o hablándote de ese libro que ha escrito y de edición limitada para los amigos.


Su caja de moscas siempre es una sorpresa para mi. Como ya no podemos compartir jornadas tan frecuentemente como yo quisiera, cada vez que lo hacemos me sorprende con esas moscas internacionales, donde abunda mucho el foam, el pelo de ciervo y las fibras brillantes, y que para mi son una fuente de donde beber ideas nuevas.


Hoy además había otra motivación más, mi amigo francés Jacques, con él que nos reunimos en una cafetería cerca del embalse, ya que en una jornada de pesca que se precie no puede faltar un café y un chupito de aguardiente antes de pescar.

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Los barbos y las carpas se comportaron. Por la mañana las capturas de barbos fueron numerosas a pesar de que el viento y algunas nubes nos impedían ver con claridad los peces, pero pescando al agua nos fuimos defendiendo pues las orillas estaban repletas de ellos y aún estaban activos a las hormigas con alas que cayeron días atrás.
Por la tarde se hizo prácticamente la calma en el embalse. Las hormigas volvieron a hacer su aparición y las carpas nos dieron una estupenda tarde. Eran cientos las que se cebaban y tardábamos más en sacarlas que en volver a clavar una.





Nuestras cañas del #6 sufrieron lo suyo para doblegar a estos luchadores peces.


El entorno es una pasada. Estoy enamorado de Sayago, todo me gusta de él, su paisaje, su olor a jara, su tranquilidad...

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Las carpas no fueron de un tamaño excesivo, aún así acabé con un fuerte dolor de muñeca. Como decía Miguel "...como para no haber comido antes..."


Los barbos mañaneros no nos defraudaron y, a pesar de las roturas y los rechaces sufridos, pusimos muchos peces en tierra. Peces color oro.


Son auténticos torpedos!!


A veces, casi siempre por culpa del vino, mi imaginación echa a volar y pienso que solo nos hacía falta un bonito lodge en la orilla de este paraiso. Una casita de piedra en mitad de un bosque de encinas y jaras, rodeada de vacas y ovejas en corrales de piedra al más puro estilo Sayagués.


Y el nombre del lodge lo tengo claro: The barb ranch.

miércoles, 13 de octubre de 2010

Marabunta

De nuevo un año más mi colega francés se ha acercado por mi tierra a tentar esos barbos otoñales, en esta maravillosa época del año tan pródiga en capturas.

Si a esta época le añadimos el fenómeno que tantos pescadores estamos esperando durante el año, el resultado es espectacular.

Este fenómeno no es otro que la caída de hormigas aladas o aluas.



Pero lo que pocas veces se ve son estas manchas en las orillas del embalse.





Si, si, creételo! Son millones de aluas amontonadas unas encima de otras en la orilla del embalse, muchas ahogadas en el embalse y arrastradas hasta allí por el viento y las olas.





No creo que tenga que explicar lo que sucede cuando te topas con un día así. Se ve que estos angelicos se alimentan bien.

La marabunta de aluas se habrá jalado a la oveja?

Días así hasta da vergüenza hablar de los peces que hemos pescado. Hoy prefiero censurar mi cara de alegría, por no joder al personal que está currando y no ha podido disfrutar de este día.


Mañana más!!!

martes, 5 de octubre de 2010

Se está rifando un truchón!

Hace un par de entradas hablé de la magia de septiembre. Pues bien, ha llegado octubre y esa magia aún permanece, incluso diría que este inicio de mes ha superado al anterior. Los bosques van poco a poco vistiéndose de gala para el otoño, por las noches ya hay que ponerse el forro polar y las moscas de principio de temporada vuelven a revolotear sobre las aguas del río. Pirineos está entrando de lleno en el otoño y a mi me envuelve una mezcla de nostalgia y melancolía que me hace disfrutar, aún más si cabe, de esta pasión enfermiza que es la pesca a mosca.

Nuestro amigo Nacho viajó desde los valles del río Lozoya hasta éstos pirenaicos, con la intención de tentar estas truchas autóctonas que tan activas están por estas fechas.

Sabíamos que las grandes truchas estaban ahí, activas, cogiendo energías antes de la freza. Llevábamos unos cuantos sustos en forma de roturas, de peces enormes que no eramos capaces de parar antes de que volvieran a su cueva entre palos y árboles sumergidos.

De momento la suerte no me acompañó. Subí el diámetro de los bajos, monté mis ninfas sobre anzuelos más fuertes, pero aún así la suerte me era esquiva, llegando en el mismo día a perder cinco grandes truchas sin poder hacer otra cosa que maldecir mi mala suerte... o mi torpeza. A mi amigacho Javier también se le habían escapado el día antes varias barras de pan. En el ambiente se respiraba un solo pensamiento:

"Se está rifando un truchón!!"

Y efectivamente al final la lotería le tocó a Nacho en forma de un truchón que estaba escondido en 30cm. de agua al lado de unas ramitas en la orilla. Esta preciosidad del río sucumbió a una Royal Wulff y pudo ser sacada con un 0,10mm. Toda la suerte que se nos había negado hasta ahora la tuvo Nacho de golpe pues un pez así es muy difícil sacarlo con una bajo tan débil.

Al día siguiente cambiamos de escenario. Llevábamos varios días pescando los mismos kilómetros de río y las grandes truchas estaban muy tocadas. Lo intentaríamos en una zona con menos truchas (en teoría) pero menos acostumbradas a ver moscas.

Nacho sería fiel a sus principios y lo intentaría a mosca seca. Yo más desconfiado y pensando solo en truchas de muchos centímetros lo haría con ninfa.

A Nacho no se le daría mal, las truchas iban saliendo, la mayoría no eran de gran tamaño, pero un buen tranco le partió. Yo por mi parte sufría mi particular calvario. Cierto era que conseguí varias truchas normalitas, pero éste fue el día que perdí los cinco truchones, por lo que mi desesperación llegó a un punto que se convirtió en resignación. Cuatro se soltaron de las ninfas y una me partió el 0,15mm. sin darme siquiera opción a reaccionar.

La tarde se acababa y decidimos hacer el sereno donde habíamos empezado por la mañana: un pozón precedido por una larga corriente. Se veían grandes cebadas y Nacho decidió seguir con la seca y por ello tuvo un magnífico premio. Esta truchota no vaciló a la hora de comer la mosca que, desde ese día, ha quedado bautizada como "Ignita wulff". Creo que la cañita de 7 pies y linea #3 de Nacho nunca tuvo semejante trabajo como el de este fin de semana.

Muy generoso me cedió su sitio pues se seguían viendo cebadas, allí, en la otra orilla, justo por donde entraba la corriente al pozo y cogía profundidad.

Al tercer o cuarto lance una trucha toma suave mi mosca. Clavo y noto que la tengo. No me parece muy grande en un primer momento, viene nadando hacia mi y no ofrece mucha resistencia, pero de repente aquello se vuelve una locomotora y mi pobre Powell dobla como un junco. El carrete empieza a cantar y yo acojonadico perdido veo como me cruza una y otra vez todo el pozón intentando meterse en los árboles sumergidos de la orilla de enfrente. No se lo que duró la pelea, pero a mi se me hizo eterna. Sólo cuando Nacho metió la trucha en la sacadera pude respirar.

Vaya pez!!! No solo por su tamaño sino por su librea, era perfecto! Estilizado, con una boca enorme y encima salió a mosca seca! No podía ser mejor, después de tantos días de fracasos, llegó la alegría.

Con mucho cariño reanimé a este precioso pez y volvió de nuevo a su pozo, con la alegría de haberlo pescado, pero la tristeza de pensar que vive en un sitio no protegido y que cualquier día sucumbirá a la tentación de una lombriz o un rapala y acabará en una sartén.

Con este precioso atardecer pusimos fin a una jornada llena de emociones. Salimos del río ya siendo de noche y regresamos a la civilización. Unos huevos con longaniza junto con unas jarras de cerveza pondrían la guinda a este día.


Nacho, ha sido todo un placer compartir lances contigo. Espero podamos encontrarnos en algún río en un futuro no muy lejano. Un saludo amigo.

domingo, 3 de octubre de 2010